20 junio, 2014

Noche planteada


A aquello le quedaban un par de caladas. A las tantas de la madrugada era una putada, ahora tendría que vestirme y salir a buscar un poco más de hierba. Bajé de la cama y rebusqué en el montón de ropa que había en la esquina del dormitorio, al lado del armario, necesitaba algo que ponerme.

Si quieres que tu camello te time ve con pinta de yonki, tampoco vayas demasiado bien vestido no vaya a creerse que tienes pasta. Hay que buscar el punto medio. Pero en aquel amasijo de tela no había punto medio, parecía que una rata se hubiese montado una orgia con toda mi ropa, una orgia coprófaga. 

Tenía ganas de otro peta, pero también tenía pereza, mucha pereza. Me senté en el borde de la cama mientras escuchaba como los vecinos hacían el amor por quinta vez esa noche. Agarré a mi amante: un cartón de vino que sabía como si hubiesen pisado sus uvas ayer, debajo de mi piso, en las mismas alcantarillas. Para el que se lo pregunte: una botella de vino malo son dos cartones de vino. Y el alcohol es alcohol.

La tele se rompió hace unos meses. Un colega me dijo que me lo arreglaría si me dejaba dar por culo. En aquel momento nos reímos. Después me miró fijamente a los ojos un buen rato y me paso la mano por el muslo. Yo le metí tal patada en la boca que sangró por todo el suelo. No lo he vuelto a ver desde entonces. Ya sabe que no hago mariconadas de esas. Si fuese una chica con grandes tetas y un buen culo, quizás le dejaría que me diese por culo con un calzonpolla, después de haberle empujado yo la mierda a ella, claro. Quid pro quo, baby.

Los vecinos se estaban tomando un descanso y, sin aquella música de viento metal que hacía su colchón, el efecto del porro estaba desapareciendo. No me puse más excusas, me vestí y bajé. Al salir del portal me encendí un cigarro. El humo canceroso del tabaco me quitó las náuseas, de hecho tenía hambre. 

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