Hay diferentes maneras de
escribir: está la obvia, con palabras y frases y esas cosas, pero también se
escribe cuando una madre soltera decide tener un hijo, un jefe de estado
declara la guerra a otro país o una chica le rompe la consola a su novio. A mí
me gusta practicar mi posición de muerto. Mi propia simulación de cadáver.
Para hacerlo bien no basta con
una buena actuación: respiración, relajación facial,... hay que construir el
personaje, darle un trasfondo, al menos, alrededor del momento de la muerte:
qué hacía cuando murió, de qué, cuándo, en qué posición,... Es un largo sin fin
de detalles. Me recuerda a esos ejercicios en los que se trata de describir
algo cada vez más preciso, extendiéndote más, intentando restringir la realidad
de ese objeto. Algo que es imposible.
No puedo cambiar de cara ni
simular la putrefacción, pero me basta para mi propósito. Mi casa consta tan
solo de una entrada y dos habitaciones, comedor y dormitorio, más el baño y la
ducha.
Llevo toda la mañana trabajando
en el background de mi personaje.
Como no me la quiero jugar, al final he optado por un clásico: era joven y
brioso, adicto al porno, murió alrededor de las siete de la tarde, cuando al
levantarse de la silla para eyacular sobre el papel, que previamente había
extendido sobre la mesa, al lado del ordenador, se resbaló con una arruga de la
moqueta cayendo sobre el pico de la mesa y desnucándose al instante. Apenas
lleva una hora muerto por lo que no ha aparecido el rigor mortis.
Me he colocado una máscara para darle a mi
cara un tono más blanquecino, algo sutil, aparte de acentuar con azul las
cuencas de los ojos y marcar con un trozo de filete de cerdo la supuesta herida
de la cabeza. Con la tierra que utiliza mi novia para las macetas me he
manchado los pantalones para simular la liberación de los esfínteres. He
colocado una cámara encima del sofá para visualizar bien la escena, quiero
comprobar si lo estoy haciendo bien. Practico un par de veces para quedarme
tranquilo.
Mientras espero, miro los
periódicos online y me meto en mi facebook.
Son las ocho y cuarto, me coloco
en posición. La verdad es que nunca me
defrauda: escucho las llaves en la entrada a las ocho y veinte, como siempre.
Mi novia ha vuelto del trabajo, está a punto de abrir la puerta que da al
comedor. Casi no puedo aguantarme, me concentro en darlo todo, tiene que ser
creíble.
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